En las calles de Valencia hay obras expuestas de su hijo más insigne: el pintor Braulio Salazar. Caminando por el centro se hace más sencillo el recorrido para admirar sus obras. Al frente de la Plaza Sucre se ve un hermoso mural de baldosas con un hombre de rasgos indígenas y dos guacamayas: trío que rinde honores a nuestra cultura originaria, al estilo de los muralistas mexicanos que exaltan la cultura azteca.
Así, se
puede observar dentro de la Entidad Bancaria ubicada
en la calle Colombia un magnifico mural en el se representa la primera etapa de
la “Venezuela la agraria”: una multitud de hombres recogen cacao; uno de los
principales productos de exportación de
la etapa agrícola. En el centro del mural una mujer con rostro indígena,
recoge y guarda el fruto.
Una cuadra más arriba en la calle libertad en
el Hotel Carabobo, allí, en lobby descansan
en sus paredes dos enormes pinturas del
maestro. En ellas hay bailes típicos venezolanos. Las obras tienen grumos debido a la forma
pictórica de representar los relieves.
Las imágenes son parecidas a los murales
aledaños en cuanto a los rasgos
indígenas.
Al transitar la ciudad no dejan de
maravillar las obras de Salazar que
perduran en el tiempo y que marcan la historia de la Valencianidad, como el
mural que está en la Cámara de Comercio
de Valencia en el que se muestra “La industrialización: la segunda etapa de
Venezuela” que comienza con la llegada
del petróleo. La “diosa” sujeta con la mano derecha una herramienta de
trabajo, detrás se ve la pujante industrialización de la era moderna: la
industria elevando vapores, evocando a
las refinerías petroleras y a las
embarcaciones, imágenes que contrastan con la parte primaria de la obra:
La agrícola, en donde se aprecia a los hombres recogiendo cosechas de los
frutos venezolanos.
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TAMAÑO UNA CUADRA DE LARGO Y 25 METRO DE ANCHO
La obra
de Braulio en Naguanagua
Símbolos
de la valencianidad están en Naguanagua, pincelados en el mural
de la sede de un
diario. Allí, en esa pintura se
recoge la remembranza de la época
colonial de Valencia: con la imagen del
“Puente morillo” al lado su compañero inseparable el “río Cabriales”. El motivo
no es la “mujer india”, sino una mujer de rasgos
europeos con falda: figura
recurrente en sus últimas obras. Los colores
pasteles y la mujer joven leyendo, dan una atmósfera de paz y sosiego.
Vídeo de los Murales de Braulio Salazar
En la segunda etapa del maestro, la paleta se aclara y profundiza los colores pasteles -¡los
colores dejan de gritar!- técnica que utilizó desde los noventa hasta sus últimos días. Como testigo y protagonista de la vida de la ciudad,
Braulio Salazar afirma: “he tratado, en mi obra, de universalizar a mi ciudad,
a Valencia. Primero con su río Cabriales y después con sus personajes y su
paisaje que me es tan afecto y tan querido.”
EL ganador de dos Premios
Michelena: Funda en 1945, el primer Taller de Dibujo y Pintura Rotary
Club de Valencia, que luego se convertiría en la “Escuela de Artes Plásticas
Arturo Michelena” la cual estuvo bajo su dirección hasta el año 1970.
Salazar ¡es un hijo pródigo! siempre
añoró el retorno a su casa: Valencia. Aún cuando vivió en países como Francia,
España y México donde estudio las
diferentes técnicas muralistas, su musa creadora era la hija del Cabriales. Ese
apego a Valencia, trajo muchas
recompensas como: inmortalizar su
nombre con sus trabajos muralistas repartidos como dosis de vida. Y, el
bautizo a un ente cultural como: “La Galería
Universitaria Braulio Salazar”.http
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