Héctor fue un príncipe troyano encargado de la defensa de la ciudad
frente a los ataques de los griegos en la famosa Guerra de Troya, hasta
su muerte a manos del aqueo Aquiles. Héctor, conocido como el domador de
caballos, era el hijo primogénito del rey de Troya, Príamo, y de la
reina Hécuba, y hermano de Paris y Casandra. Estaba casado con
Andrómaca, hija del rey de los cilicios, con quien tuvo un único hijo,
Astianax.
HÉCTOR Y LA GUERRA DE TROYA
AQUILES ARRASTRANDO EL CADÁVER DE HÉCTOR FRENTE A LAS PUERTAS DE TROYA Franz Matsch 1892 Achilleion de Corfú |
Héctor es uno de los personajes principales del poema de Homero la
Ilíada. Como comandante de las fuerzas troyanas, su contribución a la
resistencia frente al ejército aqueo fue sin duda decisiva. En la obra,
Héctor es situado como el personaje antagonista de Aquiles, además de en
el campo de batalla, en el carácter.
Pese a ser el guerrero más admirable y temido por sus enemigos, Héctor
no aprobó la guerra entre ambos bandos. Al observar como Paris evitaba
combatir con Menelao en duelo, le reprochó que rehusase el combate tras
haber causado tantos problemas a la patria. Por tanto, Paris propuso
enfrentarse con Menelao en un combate singular, cuyo vencedor se habría
de quedar con la bella Helena y pondría fin a la guerra. Sin embargo,
durante el duelo, Afrodita acudió en ayuda del príncipe troyano, dejando
el combate nulo. Menelao reclamaba la victoria, pero Pándaro lo hirió
con una flecha desde lo alto de las murallas, reanudándose así la
guerra.
Los griegos atacaban obligando la retirada de los troyanos, por lo que
Héctor debía salir y encabezar el contraataque. Cuando se disponía a
atravesar las puertas de Troya, su esposa Andrómaca, con su hijo en los
brazos, lo intentó detener suplicándole, en su nombre y en el de su
hijo, que no salga de la ciudad. Héctor sabía que Troya y la casa de su
padre estaban condenadas, y que sus destinos serían la muerte o la
esclavitud en algún país extranjero. Así, el príncipe le explicó a su
mujer que no podía rehuir la lucha, y la intentó consolar con la idea de
que nadie podría abatirlo hasta que su hora se aproximase. El brillo
del yelmo de bronce del príncipe troyano asustó a su hijo, Astianax,
haciéndolo llorar. Héctor se lo quitó, abrazó a su familia, y le rogó al
dios Zeus que su hijo pueda llegar a convertirse en caudillo y obtenga
más gloria en la guerra que él.
HÉCTOR Y ÁYAX EL GRANDE
Héctor y su hermano Paris reagruparon a los troyanos dentro de las
murallas de Troya para lanzar un ataque contra los aqueos, provocando
así estragos entre los enemigos. Al comunicarle su hermano Héleno,
gemelo de Casandra, quien también disponía de las dotas adivinatorias,
que no era su destino morir todavía, Héctor desafiaba a cualquier griego
a un combate singular.
Al principio, los griegos se mostraron reticentes, pero después de ser
reprendidos por Néstor, nueve griegos son los que se ofrecieron y
sortearon quién de todos ellos se enfrentará al domador de caballos.
Áyax Telamón se convirtió en el elegido, y luchó con Héctor durante todo
el día, siendo ambos incapaces de obtener victoria alguna. Cuando el
duelo se terminó, cada rival expresó su admiración al contrincante por
las virtudes del valor y la habilidad bélica. Así pues, el príncipe
regaló al héroe aqueo su espada, que Áyax acabaría usándola para
suicidarse. A cambio, éste último hizo lo propio con su cinturón.
Ambos bandos acabaron pactando una breve tregua para enterrar a los
muertos que yacían en las llanuras próximas a la ciudad, tregua
aprovechada por los griegos para construir una muralla y abrir un foso
alrededor de las naves.
HÉCTOR ACOSANDO EL CAMPAMENTO GRIEGO
Los troyanos seguían empujando a los aqueos dentro de su campamento tras
la empalizada, y estaban a punto de alcanzar sus naves cuando Agamenón
reagrupó a la coalición griega, repeliendo el ataque. Cayó la noche y
Héctor decidió atacar el campamento enemigo e intentar quemar todas las
naves de la coalición enemiga al día siguiente.
Tras una resistencia inicial, las tropas troyanas avanzaron hacia los
barcos. Diómedes y Odiseo, en cambio, obstaculizaron al príncipe
troyano, ganando tiempo para una retirada. Mientras, los troyanos
trataban de derribar la empalizada. Héctor golpeó las puertas con una
gran piedra, despejándola, y ordenó que los guerreros de Troya escalasen
el muro. Por ende, la batalla se trasladó al interior del campamento.
Héctor fue alcanzado por una piedra que Áyax arrojó, pero Apolo le
infundía fuerzas. Finalmente, Héctor llegó hasta la nave de Protésilas,
ordenando incendiarla, pero la resistencia de Áyax lo impidió.
HÉCTOR, PATROCLO Y AQUILES: LA MUERTE DE HÉCTOR
Ante la peligrosa ofensiva troyana, las esperanzas griegas se redujeron a
que Aquiles retorne a la lucha. Pero el héroe griego se mantuvo
renuente a pesar de las súplicas de sus aliados, por lo que su compañero
y amigo Patroclo decidió, después de haberlo consultado con el propio
Aquiles, vestirse con su armadura y ponerse al mando de los mirmidones.
Durante la lucha, Patroclo fue herido por Euforbo y Héctor fue quién
acabó con su vida.
El príncipe victorioso tomó la armadura del hijo de Peleo y Tetis,
ordenando también la retirada del combate. A su vez, evitaba combatir
contra Áyax por el cuerpo inerte de Patroclo. Cuando Aquilies se enteró
de la tragedia, reclamó venganza, aceptando así volver a la lucha.
Durante la noche, los troyanos se reunieron en una junta. Polidamante,
amigo y lugarteniente del príncipe Héctor, aconsejó volver a la ciudad
para poder protegerse de la ira y embestida de Aquiles. Pero Héctor
desoyó el consejo, ordenando mantenerse ene el campamento. Así pues,
aceptó su destino, mostrándose decidido a enfrentarse al encolerizado
Aquiles: "Mañana, al apuntar la aurora, vestiremos la armadura y
suscitaremos un reñido combate junto a las cóncavas naves. Y si
verdaderamente el divino Aquiles se propone a salir del campamento, le
pesará tanto más, cuanto más se arriesgue, porque me propongo no huir de
él, sino enfrentarle en batalla horrísona; y alcanzará una gran
victoria, o seré yo quien la consiga. Que Ares es a todos común y suele
causar la muerte del que matar deseaba" (Homero, Ilíada, XVIII).
Al día siguiente, Aquiles y los griegos avanzaron empujando a los
troyanos hasta las murallas. Héctor se asustó, mezclándose entre las
tropas por consejo del mismísimo Apolo. Pero tras dar muerte Aquiles a
Polidoro, uno de los hermanos de Héctor, éste dejó de esconderse,
acudiendo al mítico enfrentamiento. Nuevamente, Apolo ayudó a Héctor,
retirándolo del combate.
En la retirada a la ciudad de las tropas troyanas, Héctor quedó fuera de
las puertas y fue perseguido por el enemigo. Dieron los dos tres
vueltas a las murallas de Troya hasta que Atenea, en la forma de
Deífobo, incitó al príncipe a plantar cara a Aquiles. Héctor pidió a
Aquiles que se honrase el cadáver del perdedor, pero el griego rechazó
cualquier trato. Finalmente, Aquiles venció, clavándole la lanza en la
base del cuello, el único lugar desprotegido por la armadura.
Una vez muerto, el cuerpo de Héctor fue lacerado por los griegos, y
posteriormente, atado por los tobillos al carro de Aquiles, quien lo
arrastró alrededor de la ciudad. Durante doce días, el cuerpo permaneció
expuesto al sol y los animales, pero el dios Apolo protegía el cuerpo
del héroe de cualquier maltrato, conservándolo impoluto. Finalemente, el
rey Príamo, con la ayuda del dios Hermes (Mercurio en Roma), se
aventuró hasta la tienda de Aquiles, suplicándole la devolución del
cuerpo. Aquiles se apiadó y, a cambio de un rescate, entregó el cadáver
del príncipe a su padre, que parte hacia la ciudad para realizar los
debidos actos fúnebres.
La Ilíada empieza haciendo referencia a Aquiles y termina con la muerte de Héctor: "Mas,
así que se descubrió la hija de la mañana, Eos de rosados dedos,
congregóse el pueblo en torno de la pira del ilustre Héctor. Y cuando
todos se hubieron reunido, apagaron con negro vino la parte de la pira a
que la llama había alcanzado; y seguidamente los hermanos y los amigos,
gimiendo y corriéndoles las lágrimas por las mejillas, recogieron los
blancos huesos y los colocaron en una urna de oro, envueltos en fino
velo de púrpura. Depositaron la urna en el hoyo, que cubrieron con
muchas y grandes piedras, amontonaron la tierra y erigieron el túmulo.
Habían puesto centinelas por todos lados, para vigilar si los aqueos, de
hermosas grebas, los atacaban. Levantado el túmulo, volviéronse: y
reunidos después en el palacio del rey Príamo, alumno de Zeus,
celebraron el espléndido banquete fúnebre. Así celebraron las honras de
Héctor, domador de caballos" (Homero, Ilíada, XXIV).
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