domingo, 12 de junio de 2016

Héctor 2016

Héctor fue un príncipe troyano encargado de la defensa de la ciudad frente a los ataques de los griegos en la famosa Guerra de Troya, hasta su muerte a manos del aqueo Aquiles. Héctor, conocido como el domador de caballos, era el hijo primogénito del rey de Troya, Príamo, y de la reina Hécuba, y hermano de Paris y Casandra. Estaba casado con Andrómaca, hija del rey de los cilicios, con quien tuvo un único hijo, Astianax.
HÉCTOR Y LA GUERRA DE TROYA

AQUILES ARRASTRANDO EL CADÁVER DE HÉCTOR FRENTE A LAS PUERTAS DE TROYA Franz Matsch 1892 Achilleion de Corfú


Héctor es uno de los personajes principales del poema de Homero la Ilíada. Como comandante de las fuerzas troyanas, su contribución a la resistencia frente al ejército aqueo fue sin duda decisiva. En la obra, Héctor es situado como el personaje antagonista de Aquiles, además de en el campo de batalla, en el carácter.



Pese a ser el guerrero más admirable y temido por sus enemigos, Héctor no aprobó la guerra entre ambos bandos. Al observar como Paris evitaba combatir con Menelao en duelo, le reprochó que rehusase el combate tras haber causado tantos problemas a la patria. Por tanto, Paris propuso enfrentarse con Menelao en un combate singular, cuyo vencedor se habría de quedar con la bella Helena y pondría fin a la guerra. Sin embargo, durante el duelo, Afrodita acudió en ayuda del príncipe troyano, dejando el combate nulo. Menelao reclamaba la victoria, pero Pándaro lo hirió con una flecha desde lo alto de las murallas, reanudándose así la guerra.



Los griegos atacaban obligando la retirada de los troyanos, por lo que Héctor debía salir y encabezar el contraataque. Cuando se disponía a atravesar las puertas de Troya, su esposa Andrómaca, con su hijo en los brazos, lo intentó detener suplicándole, en su nombre y en el de su hijo, que no salga de la ciudad. Héctor sabía que Troya y la casa de su padre estaban condenadas, y que sus destinos serían la muerte o la esclavitud en algún país extranjero. Así, el príncipe le explicó a su mujer que no podía rehuir la lucha, y la intentó consolar con la idea de que nadie podría abatirlo hasta que su hora se aproximase. El brillo del yelmo de bronce del príncipe troyano asustó a su hijo, Astianax, haciéndolo llorar. Héctor se lo quitó, abrazó a su familia, y le rogó al dios Zeus que su hijo pueda llegar a convertirse en caudillo y obtenga más gloria en la guerra que él.
HÉCTOR Y ÁYAX EL GRANDE



Héctor y su hermano Paris reagruparon a los troyanos dentro de las murallas de Troya para lanzar un ataque contra los aqueos, provocando así estragos entre los enemigos. Al comunicarle su hermano Héleno, gemelo de Casandra, quien también disponía de las dotas adivinatorias, que no era su destino morir todavía, Héctor desafiaba a cualquier griego a un combate singular.



Al principio, los griegos se mostraron reticentes, pero después de ser reprendidos por Néstor, nueve griegos son los que se ofrecieron y sortearon quién de todos ellos se enfrentará al domador de caballos. Áyax Telamón se convirtió en el elegido, y luchó con Héctor durante todo el día, siendo ambos incapaces de obtener victoria alguna. Cuando el duelo se terminó, cada rival expresó su admiración al contrincante por las virtudes del valor y la habilidad bélica. Así pues, el príncipe regaló al héroe aqueo su espada, que Áyax acabaría usándola para suicidarse. A cambio, éste último hizo lo propio con su cinturón.



Ambos bandos acabaron pactando una breve tregua para enterrar a los muertos que yacían en las llanuras próximas a la ciudad, tregua aprovechada por los griegos para construir una muralla y abrir un foso alrededor de las naves.



HÉCTOR ACOSANDO EL CAMPAMENTO GRIEGO



Los troyanos seguían empujando a los aqueos dentro de su campamento tras la empalizada, y estaban a punto de alcanzar sus naves cuando Agamenón reagrupó a la coalición griega, repeliendo el ataque. Cayó la noche y Héctor decidió atacar el campamento enemigo e intentar quemar todas las naves de la coalición enemiga al día siguiente.



Tras una resistencia inicial, las tropas troyanas avanzaron hacia los barcos. Diómedes y Odiseo, en cambio, obstaculizaron al príncipe troyano, ganando tiempo para una retirada. Mientras, los troyanos trataban de derribar la empalizada. Héctor golpeó las puertas con una gran piedra, despejándola, y ordenó que los guerreros de Troya escalasen el muro. Por ende, la batalla se trasladó al interior del campamento. Héctor fue alcanzado por una piedra que Áyax arrojó, pero Apolo le infundía fuerzas. Finalmente, Héctor llegó hasta la nave de Protésilas, ordenando incendiarla, pero la resistencia de Áyax lo impidió.



HÉCTOR, PATROCLO Y AQUILES: LA MUERTE DE HÉCTOR



Ante la peligrosa ofensiva troyana, las esperanzas griegas se redujeron a que Aquiles retorne a la lucha. Pero el héroe griego se mantuvo renuente a pesar de las súplicas de sus aliados, por lo que su compañero y amigo Patroclo decidió, después de haberlo consultado con el propio Aquiles, vestirse con su armadura y ponerse al mando de los mirmidones. Durante la lucha, Patroclo fue herido por Euforbo y Héctor fue quién acabó con su vida.



El príncipe victorioso tomó la armadura del hijo de Peleo y Tetis, ordenando también la retirada del combate. A su vez, evitaba combatir contra Áyax por el cuerpo inerte de Patroclo. Cuando Aquilies se enteró de la tragedia, reclamó venganza, aceptando así volver a la lucha.



Durante la noche, los troyanos se reunieron en una junta. Polidamante, amigo y lugarteniente del príncipe Héctor, aconsejó volver a la ciudad para poder protegerse de la ira y embestida de Aquiles. Pero Héctor desoyó el consejo, ordenando mantenerse ene el campamento. Así pues, aceptó su destino, mostrándose decidido a enfrentarse al encolerizado Aquiles: "Mañana, al apuntar la aurora, vestiremos la armadura y suscitaremos un reñido combate junto a las cóncavas naves. Y si verdaderamente el divino Aquiles se propone a salir del campamento, le pesará tanto más, cuanto más se arriesgue, porque me propongo no huir de él, sino enfrentarle en batalla horrísona; y alcanzará una gran victoria, o seré yo quien la consiga. Que Ares es a todos común y suele causar la muerte del que matar deseaba" (Homero, Ilíada, XVIII).



Al día siguiente, Aquiles y los griegos avanzaron empujando a los troyanos hasta las murallas. Héctor se asustó, mezclándose entre las tropas por consejo del mismísimo Apolo. Pero tras dar muerte Aquiles a Polidoro, uno de los hermanos de Héctor, éste dejó de esconderse, acudiendo al mítico enfrentamiento. Nuevamente, Apolo ayudó a Héctor, retirándolo del combate.



En la retirada a la ciudad de las tropas troyanas, Héctor quedó fuera de las puertas y fue perseguido por el enemigo. Dieron los dos tres vueltas a las murallas de Troya hasta que Atenea, en la forma de Deífobo, incitó al príncipe a plantar cara a Aquiles. Héctor pidió a Aquiles que se honrase el cadáver del perdedor, pero el griego rechazó cualquier trato. Finalmente, Aquiles venció, clavándole la lanza en la base del cuello, el único lugar desprotegido por la armadura.



Una vez muerto, el cuerpo de Héctor fue lacerado por los griegos, y posteriormente, atado por los tobillos al carro de Aquiles, quien lo arrastró alrededor de la ciudad. Durante doce días, el cuerpo permaneció expuesto al sol y los animales, pero el dios Apolo protegía el cuerpo del héroe de cualquier maltrato, conservándolo impoluto. Finalemente, el rey Príamo, con la ayuda del dios Hermes (Mercurio en Roma), se aventuró hasta la tienda de Aquiles, suplicándole la devolución del cuerpo. Aquiles se apiadó y, a cambio de un rescate, entregó el cadáver del príncipe a su padre, que parte hacia la ciudad para realizar los debidos actos fúnebres.



La Ilíada empieza haciendo referencia a Aquiles y termina con la muerte de Héctor: "Mas, así que se descubrió la hija de la mañana, Eos de rosados dedos, congregóse el pueblo en torno de la pira del ilustre Héctor. Y cuando todos se hubieron reunido, apagaron con negro vino la parte de la pira a que la llama había alcanzado; y seguidamente los hermanos y los amigos, gimiendo y corriéndoles las lágrimas por las mejillas, recogieron los blancos huesos y los colocaron en una urna de oro, envueltos en fino velo de púrpura. Depositaron la urna en el hoyo, que cubrieron con muchas y grandes piedras, amontonaron la tierra y erigieron el túmulo. Habían puesto centinelas por todos lados, para vigilar si los aqueos, de hermosas grebas, los atacaban. Levantado el túmulo, volviéronse: y reunidos después en el palacio del rey Príamo, alumno de Zeus, celebraron el espléndido banquete fúnebre. Así celebraron las honras de Héctor, domador de caballos" (Homero, Ilíada, XXIV).

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