viernes, 15 de diciembre de 2017

APRENDER A PERDER

 APRENDER A PERDER


No saber perder es montar en cólera cuando pierdes, con reacciones de frustración exageradas. No saber perder es aceptar cualquier medio para el fin de ganar, renunciando a valores como la honestidad, la humildad y la integridad. No saber perder es culpabilizarte demasiado por haber cometido un error y no ser compasivo para perdonarte por tu equivocación y seguir adelante. No saber perder es no arriesgarte por miedo a fracasar, no tomar riesgos por pánico a que las cosas salgan mal. No saber perder es no aceptar que otro pueda ser mejor que tú, estar más preparado que tú o simplemente pueda haber tenido más suerte que tú. No saber perder es sentirte humillado por la derrota, avergonzado y con ganas de desaparecer. No saber perder también es humillar a otros cuando tú ganas y reírte de ellos.
Se aprende a perder desde pequeños, con el juego como experiencia para aprender a frustrarse, como primer contacto con la competición y a través de la socialización con otros niños. Jugando, aprendemos a frustrarnos, a desarrollar nuestra disciplina y concentración mientras afrontamos sin rendirnos algo que nos está costando y que no sale a la primera tal y como queríamos. Los adultos educamos a los niños para que acepten perder como parte del juego, sin que se sientan perdedores por perder. “Si no sabes perder, es mejor que no juegues” es un buen mensaje a un niño que se enoja cuando pierde. Se educa bien a los niños cuando se les enseña la diferencia entre tener una sana autoestima y el hecho puntual de ganar y perder. La victoria y la derrota no son la medida de la autoestima, sólo miden el ego. La autoestima, de niño y de mayor, es el amor incondicional hacia uno mismo.

Son mensajes que también son útiles para los adultos. Perder no es ser un perdedor, lo que te convierte en un perdedor no es una derrota sino tu actitud hacia ella. La actitud del perdedor es no valorar el esfuerzo y la pasión puesta en lo que uno hace, centrándose sólo en el resultado. También es rendirse pronto, abandonar precipitadamente porque no se gana cuando uno querría, sin aceptar que cada proceso tiene su tiempo. La actitud del perdedor es no agradecerse la experiencia de aprendizaje en la derrota. 


También es enfadarse con el ganador, restarle mérito y no felicitarle. Quien te ha ganado también tiene derecho a ganar. La actitud del perdedor es culpar a factores externos incontrolables por tu derrota. Culpar a un árbitro, a un compañero de trabajo, a un cliente, a cualquiera en definitiva que sirva de excusa para no asumir la responsabilidad propia.
Perder es un proceso más en el juego de la vida. Perder es un buen maestro, da lecciones de vida que no olvidarás. Perder hace que valores más la victoria, apreciando los momentos de esfuerzo y frustración como parte de tu crecimiento personal. Perder, en definitiva, es la mejor señal de que estás jugando el partido de tu vida. Como decía Henry Ford, los que renuncian son más numerosos que los que fracasan.

Frase: “Cada fracaso le enseña al hombre algo que necesitaba aprender” · Charles Dickens

Aprender a perder

Tan importante es saber perder como saber ganar, ya que la experiencia de la derrota nos ayuda a recuperar la perspectiva también en la victoria. Sin embargo, la idea de la pérdida plantea unas connotaciones negativas para aquellos que vinculan la pérdida con la derrota y el fracaso. Y confunden su propio valor personal con los resultados externos. Existe un aprendizaje vital en cualquier contexto: aprender a perder. Aceptar de una forma serena que la realidad externa pueda ser contraria a los deseos internos. La fuerza de voluntad es un signo de sabiduría pero también es muy importante renunciar a un objetivo en determinado momento.

La pérdida nos ayuda a manejar la frustración que, realmente, resulta incómoda y molesta. La frustración puede causar tristeza, ira, cansancio psicológico, malestar interno y soledad. La frustración es una experiencia muy humana, sin embargo, es recomendable que estemos parados en este punto durante el menor tiempo posible. La frustración crónica contamina el corazón con dosis de estrés, pensamiento negativo y ansiedad.

Aceptar la historia tal y como es

El mejor modo de aprender a perder es tener la capacidad de aceptar estas experiencias con serenidad. Sin contarnos excusas a nosotros mismos que disfracen la realidad con historias que muestren un discurso distinto. En otros casos, también es recomendable no confundir un fracaso con el hecho de haberte dado por vencido antes de tiempo.
Puedes enviarte a ti mismo mensajes motivadores que te ayuden a perseverar en el camino de la superación: "Todavía no lo he logrado". Esta frase deja la puerta abierta a la esperanza. Mientras que el mensaje: "He fracasado", mata por completo dicha esperanza. La importancia del diálogo interior es notable tanto para ganar como para perder con inteligencia emocional y tranquilidad. Tu valor no depende de los resultados externos porque el ser va más allá del tener y de la productividad.
Este artículo es meramente informativo, en PsicoBlog no tenemos facultad para hacer un diagnóstico ni recomendar un tratamiento. Te invitamos a acudir a un psicólogo para que trate tu caso en particular.
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