29 MAY APRENDER A PERDER
No saber perder es montar en cólera cuando pierdes, con reacciones de frustración exageradas. No saber perder es aceptar cualquier medio para el fin de ganar, renunciando a valores como la honestidad, la humildad y la integridad. No saber perder es culpabilizarte demasiado por haber cometido un error y no ser compasivo para perdonarte por tu equivocación y seguir adelante. No saber perder es no arriesgarte por miedo a fracasar, no tomar riesgos por pánico a que las cosas salgan mal. No saber perder es no aceptar que otro pueda ser mejor que tú, estar más preparado que tú o simplemente pueda haber tenido más suerte que tú. No saber perder es sentirte humillado por la derrota, avergonzado y con ganas de desaparecer. No saber perder también es humillar a otros cuando tú ganas y reírte de ellos.
Se aprende a perder desde pequeños, con el juego como experiencia para aprender a frustrarse, como primer contacto con la competición y a través de la socialización con otros niños. Jugando, aprendemos a frustrarnos, a desarrollar nuestra disciplina y concentración mientras afrontamos sin rendirnos algo que nos está costando y que no sale a la primera tal y como queríamos. Los adultos educamos a los niños para que acepten perder como parte del juego, sin que se sientan perdedores por perder. “Si no sabes perder, es mejor que no juegues” es un buen mensaje a un niño que se enoja cuando pierde. Se educa bien a los niños cuando se les enseña la diferencia entre tener una sana autoestima y el hecho puntual de ganar y perder. La victoria y la derrota no son la medida de la autoestima, sólo miden el ego. La autoestima, de niño y de mayor, es el amor incondicional hacia uno mismo.
También es enfadarse con el ganador, restarle mérito y no felicitarle. Quien te ha ganado también tiene derecho a ganar. La actitud del perdedor es culpar a factores externos incontrolables por tu derrota. Culpar a un árbitro, a un compañero de trabajo, a un cliente, a cualquiera en definitiva que sirva de excusa para no asumir la responsabilidad propia.
Perder es un proceso más en el juego de la vida. Perder es un buen maestro, da lecciones de vida que no olvidarás. Perder hace que valores más la victoria, apreciando los momentos de esfuerzo y frustración como parte de tu crecimiento personal. Perder, en definitiva, es la mejor señal de que estás jugando el partido de tu vida. Como decía Henry Ford, los que renuncian son más numerosos que los que fracasan.